sábado, 4 de abril de 2009

¿Existe la Homosexualidad Infantil?

A pesar de las múltiples investigaciones científicas sobre el origen de la homosexualidad, hasta el momento no existen elementos suficientes para hablar de niños o niñas homosexuales, ni para determinar que lo podrían ser de adultos.
Estudios en la materia demuestran que un amplio porcentaje de mujeres y hombres recuerdan que antes de entrar a la primaria, entre los 5 y 6 años de edad, ya podían diferenciar qué género les atraía. Sin embargo, lo saben ahora, en esa época no lo entendían así.

Un niño o niña no sabe si es homosexual, no lo puede procesar, y la gente de afuera tampoco lo sabe. Los menores sí tienen prácticas sexuales, no como las concebimos los adultos, cuando está de por medio la genitalidad; pero la inmensa mayoría de la gente recuerda haber tenido juegos sexuales con primos, vecinos, compañeros y amigos.

Sí hay niños que están determinados para ser homosexuales, que se van a manifestar como tales, pero no hay modo de definirlo desde la infancia.

La creencia generalizada es que los niños homosexuales son amanerados y, si bien hay niños amanerados, no necesariamente son homosexuales o no necesariamente lo serán de adultos.

La sexualidad humana es tan diversa como individuos existimos en la Tierra. La familia, la escuela y los medios de comunicación enseñan a los niños que se deben comportar de acuerdo con su “designación biológica” o con su “papel sexual”, es decir, que respondan a los estereotipos socialmente establecidos de lo masculino o lo femenino.

Pero si este estereotipo no es el “correcto”, estamos fuera de los parámetros impuestos por la cultura y, por lo tanto, seremos inadaptados y traeremos un signo que nos estigmatice y nos haga vulnerables a la violencia y el rechazo.

La homosexualidad en la infancia es muy poco estudiada. En las referencias bibliográficas regularmente se habla de sexualidad infantil, pero es difícil encontrar un apartado que sea específico y contundente, por lo que recurrimos a algunos especialistas de la sexualidad para conocer más de este controvertido tema.

EL TESTIMONIO
“Los hombres son feos, fuertes y formales”, fue el consejo que le dio su papá a Pepe desde pequeñito. Cuando iba en segundo de primaria, su padre le decía: ¡Qué paso, hijo! ¿Cuántas novias tienes? ¿Juegas con sus “cositas”?
Pepe sabía a qué “cositas” se refería su papá, pero siempre le respondía que sí, ya que al escucharlo el señor mostraba satisfacción. Pero las “cositas” con las que Pepe jugaba no eran las que el papá creía, sino las Barbies rubias que compartía con sus amiguitas en el recreo.
Después de haber sorteado muchos problemas con sus compañeros de primaria por ser “mariquita”, Pepe se enfrentó a un gran reto: el amor por su amigo Rafael, quien le había ganado a todos en las peleas del recreo. Rafa fue el único amigo de Pepe hasta quinto año y quien lo defendió de los agresores.

Pepe sentía algo muy especial por Rafa. No era el agradecimiento por las apoteósicas riñas que sorteó por él, sino sus ojos verdes y su piel apiñonada, que le provocaban un vacío en el estómago y que no comprendía.

Rafa se cambió de escuela y Pepe tuvo que enfrentar solo a tres niños que lo atajaron afuera de la escuela, le quitaron la mochila, lo aventaron al suelo, lo patearon, lo golpearon y uno de ellos le enterró un lápiz entre las nalgas. Pepe permaneció tirado unos minutos sin percatarse que había sido observado por varios de sus compañeros y algunas mamás que, como ahora piensa José, “hicieron caso omiso por tratarse del mariconcito repugnante”.

Se fue a casa. Se quitó el uniforme, se cambió de ropa e intentó borrar la sangre y el lodo de la vestimenta escolar. De la herida de lápiz, que por suerte no fue profunda, no quiso saber más y se aguantó hasta que el dolor fue desapareciendo con los días.

Esa tarde lloró y lloró, no sólo por lo que le había pasado, también por la ausencia de su amigo Rafa. Tuvo mucho miedo de saber que en la secundaría se iba a enfrentar con otros niños más grandes que los de la primaria.

En ese mar de angustias e incertidumbre, su mamá irrumpió en su cuarto y le preguntó: ¿Por qué estás llorando? Pepe respondió de manera torpe y con los ojos hinchados... “Ah, bueno... es que estoy muy triste de que ya no voy a ver a mis amigos de la primaria”.

Con un gesto de comprensión y convencida de que su hijo estaba en una etapa natural de nostalgia por el cambio, solo le respondió: “¡Ay mi amor, no te preocupes! La secundaria es más bonita que la primaria. Ya verás que ahí también vas a tener muchos amiguitos y hasta novias. ¡Ya verás…!

Quince años más tarde, José Ángel explica a Homópolis que sin duda ya sabía que no era como los demás niños, que tenía una forma diferente de ser y de sentir, aunque no podía precisar exactamente qué era. Lo que sí sabía era que por ser así, su papá y su mamá se enojaban mucho y que los demás niños no lo querían y por eso lo agredían.

La orientación sexual está del ombligo para arriba Los niños exploran su cuerpo, juegan con él y sienten placer, pero además se enamoran. La orientación sexual no tiene nada que ver con la genitalidad, sino con el enamoramiento y la atracción. Una persona puede no haber tenido relaciones sexuales, pero eso no impide que sepa si le gustan hombres, mujeres o ambos.

La orientación sexual está del ombligo para arriba, afirma la sexóloga Rinna Riesenfeld , autora del libro “Papá Mamá, soy Gay”, quien señala que l a inmensa mayoría de la gente descubre su orientación sexual a edades muy tempranas. Inclusive, señala, ya tienen prácticas sexuales, pero no con la genitalidad con la que la concebimos los adultos, sino a manera de juego con otros infantes.

No se ha comprobado si la homosexualidad es genética, pero es un hecho que no “se pega”. Entonces ¿De dónde rayos aprende un niño a ser homosexual, si todo su entorno está encaminado hacia la heterosexualidad (la escuela, la familia, lo que ve en la televisión)? ¿Dónde lo aprendieron?

En ninguna parte, responde Rinna Riesenfeld, quien agrega: “El sentimiento está ahí. Nuestro problema es que tratamos de reprimir la experiencia humana. Si en lugar de reprimir, tratáramos de entender, saber de qué se trata, podríamos aprender más y vivir mejor”.

Invisible, la homosexualidad en la infancia No hay ningún elemento durante la infancia que pudiera ser evidencia de que un niño o niña pueda ser homosexual en la edad adulta. Muy probablemente, la preferencia homosexual (y para tal caso la bisexual y la heterosexual) se define en un periodo perinatal. Hasta ahí llegaron las investigaciones de Bell y Weinberg.

Estudios posteriores dicen que hay un factor constitucional, original, que al nacer ya nos predetermina a ser “buga”, “bi” u “homo”, pero no niegan la influencia social. Un(a) niño no sabe si es gay, no lo puede procesar, pero la gente de afuera tampoco lo sabe. Por eso, el tema de la homosexualidad infantil es invisible y, hasta hoy, no podemos hablar de niños o niñas homosexuales.

Juan Luis Álvarez Gayou, director general del Instituto Mexicano de Sexología, asegura que no existe ningún factor determinante para saber si un niño es homosexual o no, o si en el futuro lo será.

Subraya que si bien existen niños determinados para ser homosexuales, que se van a manifestar como tales de adultos, no hay modo de definirlo.

Si la creencia generalizada es que los niños homosexuales son amanerados, pues sí, los hay, pero no necesariamente son homosexuales o no necesariamente lo serán en la adultez.

Al parecer, puntualiza, la preferencia sexual parece indicar que está predeterminada. Los estudios sobre la genética se encaminan en ese sentido, aunque aún no se puede constatar al cien por ciento. Lo que sí podemos asegurar es que la influencia sociocultural no cambia la preferencia.

INDEFENSIÓN, VULNERABILIDAD Y VIOLENCIA.
La violencia hacia los niños con comportamientos genéricos contrarios a lo socialmente establecido es mayor a la que se ejerce contra los menores que presentan “conducta heterosexual”.
Juan Esteban, de 11 años, fue golpeado por su tío Manuel, de 23, por haberle dicho que le gustaban más las telenovelas que el fútbol. “Me sacó de quicio, no resistí más y me lo madrié. Me dio mucho coraje ver que ya desde chiquito anduviera de pinche joto”, dijo el tío.

El menor perdió su ojo derecho como resultado de la golpiza. Casos como éste son muy comunes, pero las denuncias son apenas un tímido reflejo de la realidad, ya que la gente no demanda por vergüenza y prefiere acallar la situación a pesar del dolor y trauma del infante, afirma Bárbara Illán, directora de la oficina de Atención a Víctimas de Delito de la Procuraduría General de Justicia del DF.

Juan Luis Álvarez Gayou considera que a los niños “amanerados” y a las niñas ‘machorras' se les debe ayudar a adquirir estrategias de defensa que les permita enfrentar las agresiones de su entorno.

Para ello sugiere la educación de la sexualidad, que no es sólo hablar de los aparatos reproductivos o de cómo se hacen los bebés. “Es hablarles de cuatro valores básicos: diversidad, respeto, responsabilidad y amor”, enfatiza.
El tema de la sexualidad infantil y, específicamente de la homosexualidad, requiere de más estudio y sensibilización hacia maestros, padres y madres de familia, ya que su incomprensión es motivo de rechazo y violencia contra los menores, lo que repercutirá en su sano desarrollo, autoestima, seguridad y confianza durante su vida adulta.

“Cuando aprendes a vivir con la desconfianza de que los demás te van a rechazar por ser amanerado, aprendes también a defenderte y a sobrevivir. Por eso, los niños que llegan a adultos homosexuales con una vida equilibrada y funcional, luego de haber sido agredidos, son sobrevivientes.

“Yo me considero así y ahora me valoro, me quiero y no acepto que nadie me discrimine ni me haga daño, ya sean familiares u otras personas”, concluye José Ángel, químico fármaco biólogo de 26 años, quien junto con Alejandro, su pareja, fue becado por el Conacyt en la Universidad de Berlín, Alemania.